martes, 29 de septiembre de 2009

RENACIONALIZAR LA ENERGIA Y EL AGUA




Alberto Híjar


28 de septiembre, 09.


El XIII Foro de la Energía del jueves 24 de septiembre, debió tener mejor audiencia pero no logró interesar a los agitados activistas del SME en lucha por su registro oficial y la demanda de juicio político contra el Secretario del Trabajo. Sin embargo, el vestíbulo del hotel alquilado lució lleno de estudiantes de UPIICSA y personeros de organizaciones de la resistencia popular recibidos por las grandes mantas rojas con la consigna de renacionalizar la energía.


Las cuatro ponencias fueron precisas y elocuentes gracias al power point altamente ilustrativo para reseñar la privatización del agua y de las energías. En las intervenciones finales, el Secretario General del Sindicato de Trabajadores del Distrito Federal, precisó el tráfico del agua en la sacrificada Delegación Iztapalapa donde las carencias han sido aprovechadas para entregar a una empresa el servicio mercantil de las pipas que han subido el precio de 40 a 70 pesos. Esto es parte del proceso de privatización furtiva experimentado en estados como Aguascalientes desde 1993, según explicó el ingeniero Eduardo Hernández de la Coordinadora de Trabajadores del Agua con la descripción de la complicidad entre la Comisión Nacional del Agua y la SEMARNAT con la operación financiera de BANOBRAS, para beneficiar a consorcios trasnacionales como Bechtel o GUTSA de Carlos Slim. Si nos cobran por agua potable, se preguntó, ¿por qué nos obligan a beber aguas embotelladas?


La privatización eléctrica en el Valle de México fue explicada por el ingeniero Javier Sainz del Frente de Trabajadores de la Energía con mapas y gráficas para precisar la zonificación del país en beneficio de una continua contratación directa sin licitación de consorcios trasnacionales protegidos por una ley secundaria del Artículo 27 constitucional a la que se han hecho reformas donde desaparece el concepto de servicio público. La generación de energía y su distribución cuentan con beneficiarios de tan dudosa utilidad pública como Telmex, Cinemex, Liverpool, Barcel y Bimbo.


En pie siguen las demandas de fines de los ochenta cuando la Tendencia Democrática hizo marchar juntos al SUTERM y al SME para exigir la integración de Luz y Fuerza del Centro con la Comisión Federal de Electricidad con la presencia combativa de los sindicatos de trabajadores y no como ahora cuando no se enteran de las trapacerías empresariales hasta que ya están en práctica y no queda más que negociarlas.


La elevación furtiva de las tarifas eléctricas fue la ponencia del ingeniero Sergio González Broca del FTE. Mostró con gráficas las maniobras de reclasificación del servicio eléctrico para justificar el perjuicio a los usuarios que menos electricidad consumen. Con un recibo de luz de los que todos pagamos, explicó el significado de las claves numéricas que habitualmente no atendemos para pagar sin resistencia alguna. Recuperar el concepto servicio público con su pleno sentido popular tiene que ir de la mano de la consigna principal del FTE: renacionalizar la energía eléctrica de manera superior a lo hecho por el gobierno de López Mateos el 27 de septiembre de 1960. Esto es así porque ya advertía Miguel González Avelar en su tesis de licenciatura en derecho: “en el Senado se insistió en que la mencionada reforma no establece, respecto de las actividades de la industria eléctrica un monopolio de estado… la reforma constitucional no impide a los particulares seguir generando energía por su cuenta, siempre y cuando su instalación se destine exclusivamente a usos propios”. He aquí los fundamentos de la privatización de la energía. El Estado defiende la apropiación privada de los medios de producción a empresas trasnacionales lo cual exige plantear la renacionalización con el poder vigilante de los trabajadores organizados.


Concluyó el XIII Foro el doctor en astrofísica David Bahen quien criticó la Ley de Servicio Público de la Energía y la Comisión Reguladora de la Energía. El escándalo no advertido alcanza dimensión futura con la concesión anticipada de todas las formas de generación energética, incluyendo la solar que todavía no se experimenta. Sol, agua, viento, y hasta la basura, están ya concesionadas para su explotación imperial. De aquí la justicia de las resistencias populares organizadas en Tabasco y Baja California, urgidas de articulación con los trabajadores de la energía organizados. Un dirigente de Chicomuselo donde hay represión y presos políticos, abundó sobre la resistencia y un representante de Tecamac insistió en la urgencia de la unidad combativa. Para la seguridad del Estado debe parecer inexplicable cómo desde Tabasco y Chiapas hasta Baja California, el Distrito Federal y el Estado de México, hay organizaciones de la resistencia combativa contra el imperio salvaje. Sus entendederas escasas atribuyen esto a agitadores profesionales, desestabilizadores y partidarios del estallido social como llaman los burócratas, diputados y senadores a lo que se ve venir. No entienden la raíz profunda de esta digna rabia. Pero tampoco las organizaciones sindicales que debieran ocuparse no sólo del trámite de su registro oficial, sino de la explicación precisa de lo que ocurren con la energía y con el agua para actuar en consecuencia.


Todo lo dicho por el Frente de Trabajadores de la Energía es acompañado por una disciplina ejemplar: camisas rojas, mantas, orden preciso, excelentes publicaciones, todo lo cual le ganó la inclusión en la Federación Sindical Mundial. El XIII Foro de la Energía empezó con la voz de Bárbara Oaxaca cantando a los trabajadores y cerró con el himno de origen chileno ¡Venceremos! y la Internacional cantados por todos. Larga vida al FTE.

martes, 8 de septiembre de 2009

¿QUÉ INDEPENDENCIA FESTEJAREMOS LOS INDIOS DE MÉXICO? Parte I





¿QUÉ INDEPENDENCIA FESTEJAREMOS LOS INDIOS DE MÉXICO? Parte I

La conmemoración del Bicentenario de la Independencia de México es una excelente nueva oportunidad para que los Pueblos Indígenas –habitantes milenarios del Territorio que hoy se denomina México– revisemos nuestro lugar y condición social y política en este país. Es una oportunidad para que los mexicanos y el Estado nacional mexicano revise de frente a la Nación cuál es el tipo de relación social y política que ha impuesto a los Pueblos Tribus y Naciones originarias.

Es una nueva oportunidad para actuar en consecuencia. ¿LOS INDIOS FORMAMOS PARTE ORGÁNICA DE LA NACIÓN MEXICANA? En 1993 hice un análisis sobre los Derechos Humanos y las condiciones de vida de nuestros Pueblos Indígenas en la Sierra de Zongolica, Veracruz. Mi interlocutora era de una ONG extranjera. Decía que en principio me creía, pero que en el fondo se cuestionaba si en realidad yo era objetivo o estaría exagerando; ante mi consternación ella me explicó que en esos días se realizaba un evento internacional en Bélgica y que el gobierno de México había montado un stand con la presencia de elementos culturales de las diferentes regiones del país, de todo ello, destacaba la presencia de sujetos vestidos a la usanza tradicional de los indígenas mexicanos y que al cuestionarles sobre las condiciones en las que vivían sus Pueblos y sobre la relación que tenían con el Estado nacional la respuesta dibujaba a un buen Gobierno y a Pueblos Indígenas satisfechos y felices. México y “sus indígenas” estábamos a un paso del primer mundo.

Eran múltiples y enormes los esfuerzos del Movimiento Indígena Nacional para mostrar a los mexicanos y al mundo la verdadera realidad, la condición de opresión, dominio, segregación y pobreza extrema de nuestros Pueblos Originarios y su lucha por un cambio justo, pero eran insuficientes para superar pronto la propaganda mediática del Estado.

El levantamiento armado del EZLN en enero de 1994 rompió de tajo el monopolio de la verdad del Estado y su mal gobierno. El manejo mediático inteligente que dio a su lucha armada en Chiapas bloqueó la mordaza impuesta por el Gobierno a los medios de comunicación, la presencia de los medios internacionales terminó por confirmar que el Gobierno mexicano era un tramposo y mentiroso. Tales acontecimientos por extensión reivindicaron a los representantes indígenas que dentro y fuera del país veníamos denunciando las injusticias y luchando democráticamente por nuestra liberación.

El EZLN siendo mayoritariamente indígena no era un movimiento étnico pero su levantamiento armado finalmente concatenó principalmente al Movimiento Indígena Nacional. Por eso, aceptamos gustosos ser sus asesores durante el diálogo de San Andrés en octubre del año 1995. Paradójicamente, debe reconocerse, fue Carlos Salinas de Gortari quien inició el proceso de reconocimiento de la existencia de los Pueblos Indígenas en México.

En 1991 aceptó suscribir el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales de 1989. Este Convenio era el primer instrumento internacional en la historia que establecía algunos derechos de los Pueblos Indígenas dentro de los Estados nacionales y tenía carácter vinculante, es decir, era ley. Sin detenerme en las limitaciones conceptuales y jurídicas del Convenio, muchos vimos en éste una tablita en medio del océano. Tenía derechos fundamentales como el derecho a la Consulta que mucho bien ha hecho a nuestros Pueblos. Pero cuando Salinas envió el Convenio al Senado para su ratificación descubrieron que el Convenio 169 era contradictorio con nuestra Carta Magna porque siendo aquél un instrumento destinado a proteger algunos derechos de los Pueblos Indígenas, en nuestra Constitución Federal no existía referencia alguna a la existencia jurídica de los Pueblos Indígenas. ¿Descuido histórico? No, decisión política históricamente, conscientemente asumida por los políticos mexicanos.

A principios del siglo XIX, de cada 10 habitantes, 8 eran hablantes de alguna Lengua Indígena. A pesar de ello, desde los preparativos de la insurrección a finales del siglo XVIII hasta la culminación del proceso de independencia de México, los insurgentes habían incorporado a los Indígenas sólo como fuerza de choque, como tropa, de correos a lo sumo.

Influidos por la ideología liberal francesa y hasta la monárquica española, los Insurgentes nunca pensaron en un proyecto de Nación multiétnica. A los indios nos ofrecieron cambiar de amo y nos prometieron la restitución de algunas tierras pero nunca formar parte del nuevo Estado.Nunca nos ofrecieron ser hermanos. Culminada la independencia, los pocos insurgentes vivos (aculturizados unos, mezquinos otros) y la mayoría de criollos y españoles independentistas, francamente colonialistas, decidieron conscientemente excluir a los Pueblos, Tribus y Naciones Originarias de su Proyecto de Nación.

La abrumadora mayoría de los políticos dirigentes de la época se escudaron en un idílico proyecto liberal de Nación Única,y bajo el slogan liberal de que todos seríamos iguales ante la ley nos denominaron a todos los habitantes del territorio nacional genéricamente mexicanos. Así, de un plumazo, los nuevos mexicanos políticamente proscribieron de México a los Pueblos Tribus y Naciones Originarias. A Salinas le interesaba estar a tono con el mundo desarrollado y era tan holgada su supuesta popularidad que pretendiendo responder al reclamo del Movimiento Indígena Nacional y al mismo tiempo mostrarse como estadista benefactor ante el primer mundo (ya promovía un asiento para México en la OMC e incluso dirigir a ésta), que se dio el lujo de promover la reforma constitucional que crearía el artículo 4 que no otorgaba derecho alguno pero por primera vez reconocía la existencia en México de los Pueblos Indígenas como el sustento original de la Nación mexicana. Subrayo, una vez más, la República mexicana se formó con un 80% de población indígena y sólo un 20% de población que no lo era. Así, a partir de 1992, el Convenio 169 era ya ley nacional; su rango era inferior a la Constitución Federal, del mismo nivel de las Leyes federales, pero superior a las Constituciones Locales.

Después de 182 años por fin los Pueblos Indígenas ERAN MENCIONADOS en la Ley Fundamental de México, NO NOS RECONOCÍAN DERECHO ALGUNO pero se reconocía la existencia de esos colectivos llamados Pueblos Indígenas QUE EN EL PASADO fueron el sustento de la formación de la Nación mexicana. Esta estrategia del Estado que pretendía en 1992 reducirnos a entidades del pasado y a elementos meramente folklóricos para arropar de nuestro misticismo y valores a la Nación mexicana se desvaneció coyunturalmente con el levantamiento armado de los Indios de Chiapas. México no tenía a los indígenas en su alma, los tenía bajo sus pies, oprimidos en calidad de vasallos. A partir de 1995 con la conjunción del EZLN y el Movimiento Indígena Nacional que dieron cuerpo a los Acuerdos de San Andrés, los Pueblos Indígenas demostramos ante la Nación mexicana que seguimos siendo extranjeros en nuestra propia tierra; que estamos excluidos del Estado mexicano, de sus instituciones y de su política pública; que existe una política histórica de segregación y etnocidio vía empobrecimiento extremo y aculturización que nos obliga a dejar de ser indígenas para poder ser mexicanos; demandamos ante la Nación un nuevo Pacto Federal que haga reconocimiento pleno a los derechos autonómicos de los Pueblos Indígenas como sociedades originarias histórica y culturalmente diferenciadas. En suma, los Pueblos Indígenas se revelaron como uno de los grandes problemas nacionales de México a resolverse para que verdaderamente seamos mexicanos, estemos en paz y tengamos algo que celebrar.

Este documento fue publicado el sábado 29 de agosto en la Jornada de Veracruz

martes, 1 de septiembre de 2009

Civilización y modernidad: el movimiento indígena




Civilización y modernidad: el movimiento indígena 
Mónica Bruckmann* 


La crisis mundial contemporánea no sólo se manifiesta en su dimensión económica y principalmente financiera, sino que representa también una profunda crisis civilizatoria del capitalismo mundial como modo de organización de la sociedad y como forma de producir conocimiento, al mismo tiempo que cuestiona fuertemente el sistema de poder en el planeta. Asistimos a la decadencia de un sistema hegemónico unipolar que necesita cada vez más de la intervención militar brutal para validar su condición de dominación, convirtiendo la civilización occidental en una fábrica de barbarie y de políticas de irrespeto a los principios fundamentales de convivencia de la humanidad.

Artículos relacionados:
. Carta del Presidente Evo Morales a la IV Cumbre Continental de Indígenas 
. 9 de agosto: Día de los Pueblos Indígenas y de la Declaración de sus Derechos / Bartolomé Clavero 
. Abya-Yala* y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas: “Reparar la colonialidad” / Norma Giarraca** 


La visión eurocéntrica

En la base de este sistema de dominación se ubica la perspectiva eurocéntrica como fundamento ideológico y como forma de producción y control de la subjetividad de las sociedades. La producción y reproducción de la vida material de los pueblos y la elaboración de sus imaginarios están dominados por la idea de que la civilización occidental es el único modelo civilizatorio del planeta, y que todas las demás civilizaciones, sin importar su nivel de elaboración y complejidad, su grado de desarrollo o sus aportes a la humanidad, son consideradas apenas culturas atrasadas respecto al modelo impuesto. La arrogancia de esta visión eurocéntrica no sólo justificó violentas formas de colonización y colonialismo sino que se convirtió en una barrera cognitiva que impidió a Occidente conocer y comprender la complejidad del mundo y las más antiguas e importantes civilizaciones del planeta. De esta manera, se despreciaron conocimientos milenarios, formas de organización de la vida y la sociedad no-occidentales, formas más humanas de relación con la naturaleza y la vida, sensibilidades estéticas altamente elaboradas, producción artística y cultural de gran importancia, aportes filosóficos e inclusive el denso pensamiento social producido fuera de los países centrales de occidente. 

El eurocentrismo impuso una forma de hacer ciencia y un camino único de producción de conocimiento, que redujo a la condición de a-científico, para-científico o folklórico todo aquel conocimiento producido fuera de estos cánones. En esta perspectiva, el tiempo no existe, pues el conocimiento es universal y válido para cualquier tiempo histórico y para cualquier realidad social del planeta. Esta incapacidad de comprender que la teoría, la ciencia y el conocimiento son productos históricos, ha significado una de las principales limitaciones de la ciencia positivista. Esta ciencia, cada vez más preocupada con su coherencia interna que con la realidad social, se ha encerrado en sí misma para producir sus propias premisas y otorgar a sus deseos, la condición de conclusiones científicas. De esta manera, ha perdido la capacidad de comprender la complejidad del mundo contemporáneo y de cualquier intento de prever escenarios futuros. La humanidad está en camino a romper profundamente con estos paradigmas de ciencia y con esta visión del mundo y de la humanidad. 

¿Modernidad vs atraso?

En América Latina la idea de modernidad, como modo de existencia social y como patrón de desarrollo, surge en el centro mismo del sistema colonial y como parte integrante de esta estructura de dominación y de poder. Como sostiene el sociólogo peruano Aníbal Quijano, al analizar el surgimiento de la noción de modernidad, se trata de un momento en la historia en el cual los varios tiempos e historias se configuran en complejas, contradictorias y discontinuas asociaciones entre estructuras fragmentarias y mutantes de relaciones de sentidos y de significados partes de un mismo y único mundo nuevo en plena constitución.[1] La idea de modernidad, entonces, surge en la base de la estructura de poder colonial, y se convierte en un mecanismo legitimador que impone la civilización occidental como la única vía de alcanzar el llamado “progreso”. Todo aquello que estuviera fuera de esta visión y de esta forma de organización social era considerado pre-moderno o atrasado. 

Esta noción de modernidad, insertada orgánicamente a la estructura de poder colonial tuvo una enorme capacidad destructora y desarticuladota de las sociedades originarias latinoamericanas. En nombre de la modernidad se destruyeron estructuras enteras de conocimiento y sabiduría milenaria, así como avanzados modos de producción agrícola y formas de organización social comunitarias. Se puso en práctica una acción sistemática de destrucción de la memoria colectiva de los pueblos y civilizaciones americanas, de su imaginario histórico y de su propia percepción de pasado y futuro. Esta enorme capacidad destructiva significó también el propio exterminio de las poblaciones originarias, que a la llegada de los colonizadores europeos se estimaba en más de cien millones de habitantes y que en pocas décadas se vio reducida a casi la mitad.

Si América Latina fue el lugar desde donde se generó la acumulación de capital y las bases materiales para la construcción de la Europa Occidental como centro hegemónico mundial a partir del siglo XVI, es ahora la región donde se están desarrollando los nuevos elementos para la construcción de una civilización planetaria, más equilibrada e inclusiva, capaz de romper radicalmente con la herencia colonial y la visión eurocéntrica. Están surgiendo, en el continente latinoamericano, experiencias ricas y diversas de transformación social que están cambiando el escenario político, económico y cultural en la región. 

Este proceso de transformación nos plantea grandes desafíos. Se hace necesario re-elaborar nuestra historia fuera de la visión colonial y crear matrices teóricas y metodológicas de producción de conocimiento capaces de dar cuenta de la complejidad y densidad de la realidad social. Pero sobre todo, se hace necesario apelar a nuestro legado civilizatorio, al conocimiento milenario y ancestral, a los saberes y formas de ver y sentir el mundo para re-construir nuestra memoria colectiva, deformada o destruida por la colonialidad, y construir nuestras identidades y nuestros proyectos de futuro y de sociedad.

El movimiento indígena latinoamericano

El movimiento indígena es quizás uno de los elementos más transformadores de esta densa realidad latinoamericana contemporánea. Éste se construye como un movimiento social de dimensión regional con un profundo contenido universal y una visión global de los procesos sociales y políticos mundiales. Al mismo tiempo, ha dejado de ser un movimiento de resistencia para desarrollar una estrategia ofensiva de lucha por el gobierno y el poder, especialmente en la región andina de América del Sur. A partir de una profunda crítica y ruptura respecto a la visión eurocéntrica, a su racionalidad, a su modelo de modernidad y desarrollo inserto en la estructura de poder colonial, el movimiento indígena latinoamericano se plantea como un movimiento civilizatorio, capaz de recuperar el legado histórico de las civilizaciones originarias para re-elaborar, no una, sino varias identidades latinoamericanas; no una forma de producir conocimiento, sino todas las formas de conocimiento y producción de conocimiento que han convivido y resistido a más de quinientos años de dominación. El elemento indígena se va convirtiendo en el centro del discurso y de la construcción de una visión del mundo, de un sujeto político y de un proyecto colectivo y emancipatorio. En las líneas que siguen, analizaremos este proceso.

El movimiento indígena como unidad geográfica e histórica

El movimiento indígena latinoamericano ha dejado de ser un conjunto de movimientos locales para convertirse en un movimiento articulado y articulador que se construye en los espacios geográficos de donde se desarrollaron las civilizaciones originarias. En el caso América del Sur, el movimiento indígena se construye en el espacio geográfico donde se desarrolló la civilización inca y las varias civilizaciones que la precedieron, ocupando los territorios de Ecuador, Colombia, Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Quinientos años de colonización no fueron suficientes para desarticular una unidad histórica y civilizatoria, como fue el “Tawantinsuyo” de los incas, y su profundo arraigo en un espacio geográfico específico: Los Andes. Los Estados nacionales conformados a partir del siglo XIX con las guerras independentistas no sustituyeron las profundas raíces históricas de los pueblos indígenas, que se reconocen quechuas, aymaras o mapuches, antes que bolivianos, peruanos o ecuatorianos. 

La reconstrucción de los Andes como unidad geográfica y las civilizaciones pre-Incas e Inca, como unidad histórica, ha profundizado el proceso de integración del movimiento indígena sudamericano, que en julio de 2006, en la ciudad de Cuzco, funda la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas – CAOI - con la participación de los pueblos Quechuas, ichwas, Aymars, Mapuches, Cymbis, Saraguros, Gumbinos, Koris, Lafquenches, Urus, entre otros tantos pueblos indígenas originarios de la región Andina[2]. En el acta fundacional, firmada por más de once organizaciones representativas, se establece una amplia plataforma de lucha para el movimiento indígena de todo el continente que incluye entre sus principales banderas la construcción de los Estados Plurinacionales; la defensa de los recursos naturales y energéticos, el agua y la tierra; los derechos colectivos de las comunidades indígenas y la autodeterminación de los pueblos como principio fundamental. Se trata de un plan de acción que incluye principios fundamentales de convivencia humana y de profundo respeto a las diferentes culturas, pueblos y nacionalidades.

Se han creado, en los últimos años, múltiples y diversos espacios de coordinación y articulación del movimiento indígena en la región, diversos foros de intercambio y movilización, al mismo tiempo que se han diversificado las organizaciones y redes indígenas y de los pueblos originarios. Esto ha generado una intensa dinámica y una creciente capacidad de movilización en los niveles locales, regionales y continental, con una clara vocación de articulación planetaria. Durante el último Foro Social Mundial de Belén, en enero de 2009[3], las organizaciones y redes indígenas ahí reunidas emitieron una declaración llamando a la más amplia unida para articular alternativas a la “crisis de civilización occidental capitalista”. Entre los principales ejes movilizadotes de este llamado están:

- La tierra como fuente de vida y el agua como derecho humano fundamental;
- Descolonialidad del poder y el autogobierno comunitario;
- Los Estados Plurinacionales;
- La autodeterminación de los pueblos;
- La unidad, equidad y complementariedad de género;
- El respeto a las diversas espiritualidades desde lo cotidiano y diverso;
- Liberación de toda dominación o discriminación racista, etnicista o sexista;
- Las decisiones colectivas sobre la producción, mercados y la economía;
- La descolonialidad de las ciencias y tecnologías;
- Por una nueva ética social alternativa a la del mercado.

La Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas se ha convertido en un espacio dinámico de articulación política y social, que se proyecta hacia las organizaciones indígenas de la Cuenca Amazónica y de Centro y Norte América, ampliando el espectro de unificación, articulación e integración del movimiento indígena en todo el continente.

El Estado plurinacional como proyecto político

La plurinacionalidad, planteada como bandera política por el movimiento indígena de los años 90, ha sido asumida por las fuerzas progresistas de países como Bolivia y Ecuador, lo que ha permitido un amplio movimiento político y social capaz de aprobar en plebiscitos nacionales, o a través de asambleas constituyentes, esta nueva forma política e institucional de Estado. El Estado Plurinacional se plantea como proyecto político que cuestiona profundamente la visión homogenizadora del Estado-nación y con ello, la tradición política occidental en América Latina. Este nuevo modelo de Estado es profundamente incluyente. Basado en el principio de “unidad en la diversidad”, reconoce la existencia de múltiples nacionalidades, culturas, lenguas, religiones, y formas de espiritualidad. Incorpora las formas comunales de organización y autoridad en la propia institucionalidad del Estado, constituyendo una experiencia política absolutamente nueva en la región. 

La constitución boliviana, recientemente aprobada por plebiscito nacional, establece en su primer artículo:

“Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país.” [4]

Se trata de un proyecto que debe construir aún su propia institucionalidad, pero que puede representa un modelo político cualitativamente superior al Estado-nación que sustenta la unidad nacional en la homogenización superficial y en la discriminación y exclusión cultural.

La tierra que nos acoge

La histórica lucha de los indígenas latinoamericanos por la tierra no sólo tiene que ver con la recuperación de un medio de producción fundamental que les fue violentamente expropiado desde los primeros momentos de la colonización europea hace más de quinientos años. La tierra tiene un sentido muy profundo en la cosmovisión y en la forma misma de existencia de los pueblo indígenas: ella es la “madre que nos acoge” o “Pachamama”[5], el espacio donde la vida se crea y se re-crea. En la visión indígena, el hombre debe “criar a la madre tierra y dejarse criar por ella”. Esta relación profunda entre el hombre y la tierra como fuente de vida se contrapuso radicalmente a la visión del colonizador que veía la tierra como objeto de posesión y espacio de saqueo y extracción de metales y piedras preciosas, objeto de depredación. Estas visiones contrapuestas produjeron enormes tensiones y sufrimientos en los pueblos indígenas de nuestro continente, pues fue justamente la mano de obra indígena la que sustentó la minería en las colonias, que permitió la acumulación de capital que sustentó la hegemonía portuguesa y española en el sistema mundial. El trabajo esclavo en las minas fue uno de los principales mecanismo de exterminio de la poblaciones indígenas en nuestro continente. 

Después de varios siglos de resistencia, el movimiento indígena contemporáneo recupera el sentido fecundo de su relación con la tierra, exigiendo el respeto a ésta como fuente de vida. Se trata entonces de preservar la tierra, el medio ambiente en que vivimos, el espacio donde nuestros hijos nacen y crecen, donde la flora y fauna nativa debe ser aprovechada por el hombre con un sentido de respeto y preservación. Esta postura ecológica, que corresponde a una visión milenaria del mundo, coloca al movimiento indígena latinoamericano en una posición de vanguardia planetaria, que levanta banderas universales para la sobre vivencia de la humanidad y del planeta, que exige que la extracción de recursos naturales y energéticos se realice sin depredar la tierra y favoreciendo principalmente a las poblaciones que viven en los territorios donde estos recursos se encuentran.

De esta manera, la vida y el ser humano se elevan a la condición de valores fundamentales para la organización de la sociedad y de un nuevo modelo de desarrollo y proyecto colectivo de futuro, sintetizado en el principio indígena del “buen vivir”.

Descolonialidad del poder: “mandar obedeciendo”

La organización comunitaria, el principio de la reciprocidad y solidaridad social, son características de algunas sociedades indígenas pre-coloniales, que han sido retomadas por el movimiento indígena latinoamericano como prácticas cotidianas que afirman un legado civilizatorio y una forma propia de ver el mundo. Al mismo tiempo se crean nuevas formas de autoridad colectiva y de autogobierno comunitario que rescata la comunidad como fuente de todo y cualquier poder y el poder del individuo sometido a la comunidad. Un ejemplo de estas nuevas formas de autoridad y ejercicio del poder han sido dadas por el Movimiento Zapatista en México, con el principio de “mandar obedeciendo”, que refleja claramente estas dos dimensiones de la autoridad. 

Estamos pues frente a enormes desafíos. Tal vez una de las principales tareas emancipadoras consiste en liberarnos del eurocentrismo como visión del mundo y como estructura de producción de conocimiento. Se hace necesario re-elaborar nuestra historia y recuperar nuestra memoria colectiva y legado civilizatorio para construir nuestros propios modelos de desarrollo y proyector de futuro. El movimiento indígena nos ofrece enormes potencialidades y, por la profundidad de su propuesta y de su praxis, abre un nuevo horizonte histórico en América Latina y en el mundo.

*Mónica Bruckmann es socióloga peruana, doctoranda en ciencia política por la Universidad Federal Fluminense (Brasil) e investigadora de la Cátedra y Red UNESCO/UNU sobre Economía Global y Desarrollo Sustentable – REGGEN.


Referencias Bibliográficas
BLANCO, Hugo. Avance del movimiento indígena en la lucha contra el sistema. En: ALAI – América Latina en Movimiento, 18 de setiembre de 2006. www.alainet.org

BRUCKAMANN, Mónica; DOS SANTOS, Theotonio. Los movimientos sociales en América Latina: un balance histórico. Red de Bibliotecas Virtuales de Ciencias Sociales de América Latina y el Caribe de la red CLACSO. http://www.clacso.org.ar/biblioteca

COORDINADORA ANDINA DE ORGANIZACIONES INDÍGENAS. Declaración de Cuzco, 17 de julio de 2006. www.alainet.org

CAOI. Declaración de los hijos de la tierra. En: ALAI – América Latina en Movimiento, 13 de mayo de 2008.

DAVALOS, Pablo (compilador). Pueblos indígenas, Estado y democracia. CLACSO Libros. Buenos Aires. 2005. 356 p.

GARCIA LINERA, Alvaro. El evismo: Lo nacional popular en acción. En: Revista del Observatorio Social de América Latina, Año VII, N° 19, enero-abril de 2006.

GARCIA LINERA, Alvaro. Indianismo y marxismo. En: publicação: Encarte 

CLACSO. Cadernos da América Latina No. 2. São Paulo : CLACSO, Conselho Latino-americano de Ciências Sociais. Janeiro 2008.

GONZALEZ CASANOVA, Pablo; ROITMAN RESENMANN, Marcos. (Org.). Democracia y Estado multiétnico en América Latina. La Jornada Ediciones y Centro de Estudios Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades-UNAM. México. 1996. 390 p.

LANDER, Edgardo (Compilador). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales, perspectivas latinoamericanas. 

CLACSO Libros. Buenos Aires. 2005. 248 p.

QUIJANO, Aníbal. Dom Quixote e os moinhos de vento na América Latina. En: Revista de Estudos Avançados 19 (55), 2005, p. 9-31.

SOUSA SANTOS, Boaventura. Estados Plurinacionales y constituyente. En: Boletín del Foro Latinoamericano de Políticas Educativas – FLAPE, N° 24, Año 5, Diciembre de 2008.

Notas

[1] QUIJANO: 2005.
[2] Ver: COORDINADORA ANDINA DE ORGANIZACIONES INDÍGENAS. Declaración de Cuzco, 17 de julio de 2006.
[3] Ver “Declaración de los Pueblos Indígenas: Llamamiento desde los Pueblos Indígenas frente a la Crisis de Civilización Occidental Capitalista”, Foro Social Mundial 2009, Belem, Amazonía, Brasil.
[4] Constitución Política de la República de Bolivia, vigente.
[5] En quechua significa “madre tierra”.